Bigand: un juez firmó el desalojo de una familia de muy pequeños productores que tienen 102 años de historia en ese lugar

Una pareja de pequeños productores de la localidad de Bigand está al borde del desalojo por una causa en su contra llevada a cabo por la Fundación Honorio Bigand, que exige la tenencia y explotación de las tierras en las que los campesinos trabajan desde hace 102 años; es decir que ya van cuatro generaciones que se criaron cuidando esa tierra, ya que su forma de cultivar es agroecológica.

Agotadas todas las instancias legales y a la espera de la resolución de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, la pareja de Sandra Gobbo y Oscar Marinucci, quedaron a merced de lapicera del juez provincial, Sergio Verdura, quien ayer firmó su desalojo.

“La última heredera dijo que su voluntad es que los campos no sean vendidos y en caso de enajenarse van a tener prioridad de compras la familias que desde 1920 estamos acá”, dijo con tristeza Sandra Gobbo.

Las tierras en disputa, pertenecían al fundador del pueblo, Víctor Bigand. Era el quien arrendaba las parcelas a distintas familias campesinas. Los hijos de Bigand no dejaron descendencia, es por eso que en 2004, al fallecer la última heredera (María Mercedes Octavia) se conoció que la mujer había otorgado la explotación de las 3500 hectáreas a una fundación creada para realizar actividades de caridad y bien público, aunque sin afectar la situación de los pequeños productores pioneros, que toda la vida habitaron y cultivaron ese suelo.

De inmediato, la fundación ideó un plan para desalojar a los productores originarios y hacerse de esos terrenos, al punto que de las 27 familias arrendatarias, hoy sólo permanece resistiendo la de Gobbo-Marinucci, quienes denuncian que el accionar de la entidad va en contra del testamento. Ya que los obliga a ayudar con lo recaudado a cinco instituciones del pueblo y eso no estaría ocurriendo.

Sandra, arremete contra la poca imparcialidad que parece tener la justicia en este caso: “el poder judicial inclina la balanza según los gruesos sobres que pasan por debajo de la puerta de sus despachos. En esa tierro sólo van a hacer lo que vienen haciendo que es hacer sembrar soja”.

“Teníamos 58 hectáreas, de las cuales 50 eran utilizadas para producir un maíz orgánico espléndido, una planta vigorosa y sana, sin agroquímicos ni sustancias tóxicas, que el 16 de diciembre de 2021, por orden de los integrantes de la Fundación, fue destruido totalmente”, contó Gobbo.

De esta manera, las 50 hectáreas que fueron explotadas por sus antepasados durante varias generaciones quedaron en manos de la fundación que no les renovó su contrato de arrendamiento histórico.

En la actualidad, a la pareja Gobbo-Marinucci les quedan unas tres hectáreas en donde se emplaza su humilde casa rural y donde crían algunos animales como corderos, chivos, ovejas, gallinas y pavos que venden para subsistir; todo eso es lo muy poco que están a punto de perder por decisión judicial.

Sobre la cantidad de tierras que maneja la Fundación, se sabe que son cerca de 3500 hectáreas productivas y unas 800 para ganadería, lo que muestra a la claras la desigual concentración que ha logrado la Fundación Honorio Bigand en detrimento de la productividad y el arraigo que generaba el arrendamiento de las mismas.

“Nuestra vida no tiene sentido de la tranquera para afuera. Con 60 años y una vida acá, preferimos morir luchando de pie en nuestra casa tomados de la mano como hace 41 años lo hacemos”, dijo Sandra.

 

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